La experiencia humana que funda nuestra seguridad personal es haber sido acogidos con amor en el seno de nuestra familia. Los brazos de los padres que sostienen con ternura y firmeza a su pequeño son un sacramento del Amor de Dios Padre y Madre que sostiene, cobija, da firmeza, llena de confianza.
Queremos vivir tan unidos y compenetrados con el Corazón de Jesús Sacramentado que no nos ocupemos de nuestros propios cuidados y gustos, sino sólo de su querer.
Espíritu del don,
Espíritu, sombra del Amor,
que permitió la Encarnación
y hace realidad la Eucaristía,
ven a nuestra vida.
Llena todos los espacios de nuestro ser
con la confianza ilimitada en el poder de Dios.
Ven y haznos capaces, a ejemplo de María,
de decir con todas nuestras fuerzas:
“hágase en mi”, olvidándonos de nosotros mismos,
abandonándonos con incondicionalmente en el Corazón de Jesús
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