Aviva en nosotras el deseo de seguir los pasos de tu Hijo, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz.
Siembra en nuestros corazones el deseo de santidad.
Recuérdanos que en este camino no estamos nunca solas.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Madre Inmaculada, tú que has hecho la voluntad del Padre, sé nuestra intercesora para que nos dejemos llenar del Espíritu Santo y le dejemos hacer en nuestra vida, como Tú. Amén.
ALÉGRATE, Virgen María,
en ti se ha cumplido de modo admirable el misterio de la llamada.
LLENA DE GRACIA,
Tú eres la imagen de lo que Dios cumple, en quien a él se confía.
EL SEÑOR ESTÁ CONTIGO
en el “SÍ” generoso del gozo y de la entrega.
Joven hija de Sión, estrella de la mañana
que guías los pasos de la humanidad, oriéntanos hacia Aquel
que es “la alegría verdadera que llena plenamente”. Amén.
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