domingo, 18 de diciembre de 2011



La experiencia humana que funda nuestra seguridad personal es haber sido acogidos con amor en el seno de nuestra familia. Los brazos de los padres que sostienen con ternura y firmeza a su pequeño son un sacramento del Amor de Dios Padre y Madre que sostiene, cobija, da firmeza, llena de confianza.
Queremos vivir tan unidos y compenetrados con el Corazón de Jesús Sacramentado que no nos ocupemos de nuestros propios cuidados y gustos, sino sólo de su querer.

           Espíritu del don,
           Espíritu, sombra del Amor,
           que permitió la Encarnación
           y hace realidad la Eucaristía,
           ven a nuestra vida.
           Llena todos los espacios de nuestro ser
           con la confianza ilimitada en el poder de Dios.
           Ven y haznos capaces, a ejemplo de María,
           de decir con todas nuestras fuerzas:
           “hágase en mi”, olvidándonos de nosotros mismos,
           abandonándonos con incondicionalmente
           en el Corazón de Jesús

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