miércoles, 1 de febrero de 2012

Cautivado por la Eucaristía.

"Hubo un momento en mi vida en el que experimenté que el Señor me llamaba a una intimidad más grande, a convivir con Él. Fue un encuentro que me transformó para siempre. Como un nuevo nacimiento en mi corazón eucarístico y misionero. Descubrí una nueva forma de entender y vivir mi fe y mi vocación.
Apenas ordenado sacerdote, me mandaron los superiores a dar una misión a Palomares del Río, un pueblecito de Sevilla. ¡Con qué alegría e ilusión iba! ¡Qué planes tan risueños iba formando por el camino! ¡Ya veía la iglesia rebosando gente! ¡Y a todo el pueblo contento esperando la misión!
Al llegar me esperaba el sacristán, a quien bombardeé a preguntas: “¿Está entusiasmada la gente con la misión? ¿Es grande la iglesia? ¿Participarán muchos?”. A todas estas preguntas respondió el sacristán echando un jarro de agua fría sobre mis ilusiones y entusiasmos: “La iglesia está medio en ruinas, la gente no suele ir y no creo que les interese la misión”.

Descubrí una mirada
Desanimado, fui al Sagrario de la Iglesia, lugar donde Jesús está presente, buscando fuerza para realizar la misión. Miré a mi alrededor y… qué esfuerzo tuve que hacer para no darme la vuelta y echar a correr…pero no huí, allí me quedé largo rato, y encontré mi plan de misión y fuerza para llevarlo a cabo. Pero sobre todo encontré… allí, de rodillas, mi fe veía a un Jesús tan callado, tan olvidado, tan paciente, tan bueno... Sentí que me miraba, que me decía mucho y me pedía más. Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de amar y un dolor infinito por no encontrar quien quisiera ser amado. Una mirada que reflejaba lo triste del Evangelio: “no había para ellos posada en Belén” y de sus palabras "y vosotros ¿también queréis dejarme?”.
Esta mirada se me quedó clavada en el corazón y no se me olvidó nunca.

Una nueva misión
Aquella tarde, en aquel rato de oración, descubrí para mi vida una misión en la que antes no había soñado: ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo para quererlo yo por todo el pueblo. Ser sus pies para llevarlo a donde lo desean, ser sus manos para dar limosna en su nombre, ser su boca para hablar de Él, consolar por Él, gritar a favor de Él cuando no quieran oírlo... hasta que lo oigan y lo sigan... ¡Qué hermosa misión!

Enganchado por Jesús-Eucaristía
Quedé enganchado por Jesús-Eucaristía, amigo y compañero. Me sentí llamado a anunciar a todos el amor sin medida de Dios, de ese Jesús del Evangelio que se encarnó y es el mismo que vive hoy entre nosotros en la Eucaristía y que con frecuencia no es acogido por todos.
En torno a la Eucaristía centré toda mi vida y toda mi misión.

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