Apenas ordenado
sacerdote, me mandaron los superiores a dar una misión a Palomares del
Río, un pueblecito de Sevilla. ¡Con qué alegría e ilusión iba! ¡Qué
planes tan risueños iba formando por el camino! ¡Ya veía la iglesia
rebosando gente! ¡Y a todo el pueblo contento esperando la misión!
Al
llegar me esperaba el sacristán, a quien bombardeé a preguntas:
“¿Está entusiasmada la gente con la misión? ¿Es grande la iglesia?
¿Participarán muchos?”. A todas estas preguntas respondió el sacristán
echando un jarro de agua fría sobre mis ilusiones y entusiasmos: “La
iglesia está medio en ruinas, la gente no suele ir y no creo que les
interese la misión”.
Descubrí una mirada
Desanimado,
fui al Sagrario de la Iglesia, lugar donde Jesús está presente,
buscando fuerza para realizar la misión. Miré a mi alrededor y… qué
esfuerzo tuve que hacer para no darme la vuelta y echar a correr…pero
no huí, allí me quedé largo rato, y encontré mi plan de misión y
fuerza para llevarlo a cabo. Pero sobre todo encontré… allí, de
rodillas, mi fe veía a un Jesús tan callado, tan olvidado, tan
paciente, tan bueno... Sentí que me miraba, que me decía mucho y me
pedía más. Una mirada en la que se reflejaban unas ganas infinitas de
amar y un dolor infinito por no encontrar quien quisiera ser amado.
Una mirada que reflejaba lo triste del Evangelio: “no había para ellos
posada en Belén” y de sus palabras "y vosotros ¿también queréis
dejarme?”.
Esta mirada se me quedó clavada en el corazón y no se me olvidó nunca.
Una nueva misión
Aquella
tarde, en aquel rato de oración, descubrí para mi vida una misión en
la que antes no había soñado: ser cura de un pueblo que no quisiera a
Jesucristo para quererlo yo por todo el pueblo. Ser sus pies para
llevarlo a donde lo desean, ser sus manos para dar limosna en su
nombre, ser su boca para hablar de Él, consolar por Él, gritar a favor
de Él cuando no quieran oírlo... hasta que lo oigan y lo sigan... ¡Qué
hermosa misión!
Enganchado por Jesús-Eucaristía
Quedé
enganchado por Jesús-Eucaristía, amigo y compañero. Me sentí llamado a
anunciar a todos el amor sin medida de Dios, de ese Jesús del
Evangelio que se encarnó y es el mismo que vive hoy entre nosotros en
la Eucaristía y que con frecuencia no es acogido por todos.
En torno a la Eucaristía centré toda mi vida y toda mi misión.
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