Para este día (18 Noviembre 2012) todos lo
esperábamos con ansias, nervios y con tantas ideas en mente de cómo podría ser
el reto de subir la Ajusco :
el frío, la subida, la ropa y ni qué decir de los alimentos!!! Pero listos y
temerosos por lo que fuera a suceder en la subida.
Llegamos todos preparados, cada quien con su
mochila equipada y llevando a cabo las debidas instrucciones por las hermanas.
Me imaginaba cómo podría ser la subida pero en
cuanto íbamos tomando camino descubría que el camino sí iba a estar difícil,
pues la subida era precisa y constante, es decir, no había nada plano más que
grandes rocas que subía a grandes pasos; sin contar que no conocíamos el
camino... Fue agitado pues necesitábamos controlar la respiración y el ritmo de
la caminata.
Hubo varios momentos de descanso y en los que
teníamos que contemplar que varios de los integrantes del grupo se estaban
quedando atrás, por lo que teníamos que esperarlos a que nos alcanzaran y que
vinieran bien. Mientras más avanzábamos, más difícil era el camino para algunos
compañeros, hubo lugares en donde no podíamos pisar por el riesgo de regresar
abajo en un resbalón. Y he ahí el apoyo de los que iban más adelante:
estuvieron para ayudarnos a pasar esos trozos de camino difíciles.
De mi parte soporté el camino por el apoyo del
grupo, pues siendo una pequeña multitud, me entusiasmó que todos siguiéramos un
mismo camino, al mismo paso y con el mismo objetivo.
Hubo momentos en los que necesitamos la ayuda del
compañero de lado (tanto en la subida como en la bajada) y ahí estuvo para
tender la mano y seguir el camino; o para dar compañía, como lo fue en el caso
de Hugo que ya no podía caminar y la
Hna. M ª del Carmen se quedó con él.
Sé que en el camino hay trozos de subida en el que
llega el cansancio y la desesperación de no llegar, y es cuando pedimos fuerzas
de Quién sólo nos las puede dar: Jesús. En este camino Él estuvo presente en
todo momento, desde que iniciamos la subida hasta el regreso en la bajada pues
lo encontramos en lo pequeños detalles como: en el saludo y la guía de las
personas que subían o bajaban del cerro, en la naturaleza, en los compañeros
que iban adelante y nos ayudaron a continuar la subida, los que iban en medio y
entusiasmaban el camino, los que iban atrás haciéndonos ver que podrían
necesitar ayuda… Y, por supuesto que, en la Palabra , en la Cruz y en la Oración …
Durante el camino y hasta lograr la meta
propuesta, la gran recompensa fue admirar maravillosos paisajes de nuestra naturaleza:
la grandeza de los árboles, los pajarillos, los montes vecinos de la Ajusco y por supuesto la
vista lejana: el Popocatépetl y el Iztaccihuátl.
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