lunes, 28 de abril de 2014

En vasijas de barro

"Llevamos este tesoro en vasijas de barro, 
para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios 
y no proviene de nosotros" (2 Cor 4,7)
   


   Toda vocación comienza así: tomando conciencia de que somos obra de las manos amorosas del Padre. Es este Dios que nos moldeó desde el principio el que sigue tomando la iniciativa y nos invita a la Vida.
   Descubro mi fragilidad, sé que muchas veces me equivoco, sé que soy capaz de sentir dolor y de causarlo a otros, sé que muchas veces opto por vivir una vida fácil y cómoda que no me compromete pero tampoco me hace feliz. Sí, sé que esta vasija que un día Dios quiso moldear se puede romper.
   Pero esta fragilidad es parte también de la llamada porque me pone constantemente en manos de Aquel que puede "hacerme de nuevo", porque también sé que Dios acompaña mi camino y sigue cuidando y moldeando su obra para que dé el fruto que él espera.
   Y también sé que dentro de esta frágil vasija que soy, hay un tesoro. Sé que el alfarero ha puesto dentro de mí un soplo de su Amor. Sé que Dios me habita y me hace capaz de amar.
   Sí, llevo este tesoro en una vasija de barro, una vasija que puede romperse, que de hecho ya se ha roto en algunas ocasiones... ¡pero llevo un tesoro! y sé que el alfarero puede reparar su cacharro y hacerlo de nuevo para que pueda seguir llevando un tesoro dentro.


¿Cuál es mi fragilidad?, ¿qué me rompe por dentro?,
¿cuál es el tesoro que Dios ha puesto en mí?


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