viernes, 15 de mayo de 2015

La gracia carismática en el beato Manuel González


La gracia carismática en el beato Manuel González: 
«Una mirada que decía mucho y pedía más»

Hna. Mª Teresa Castelló Torres, M.E.N.

Las reflexiones presentadas quieren ser una mirada y aproximación a la experiencia carismática del beato Manuel González. Nos acercamos a ella no como algo que ha tenido su momento, sino como algo muy actual y que tiene que ver con la vida de cada uno de nosotros. «La vida de los santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos» .
Un don, un carisma, que a lo largo de los años se ha vivido y compartido con un fondo de sabiduría, de experiencia de Dios y de humanidad, que hoy siguen siendo fuente viva, porque todo carisma tiene su origen en el Espíritu que es Señor y dador de vida.
El beato Manuel González, recién ordenado sacerdote, soñaba con ser párroco de un pueblo de costumbres sanas y vida sencilla. Sin embargo la vocación no se realiza según un esquema preestablecido; es una llamada del Señor; es el misterio de la elección divina; es la libre y gratuita revelación de Dios, en la manifestación de su plan salvífico: «Antes de formarte en el vientre, te elegí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te constituí profeta de las naciones» .
Y en este contexto, a los pocos meses de ser ordenado sacerdote, don Manuel acoge la gracia que determinará toda su vida y todo su ministerio sacerdotal. Él mismo describe este encuentro con Cristo Eucaristía donde recibe un golpe de luz y un toque decisivo para su vida: «No huí. Allí me quedé un rato largo y allí encontré mi plan de misión y alientos para llevarlo al cabo. Pero sobre todo encontré...  Allí, de rodillas […], mi fe veía […] a un Jesús tan callado, tan paciente […] tan bueno, que me miraba … que me decía mucho y me pedía más […] Yo no sé que nuestra religión tenga un estímulo más poderoso de gratitud, un principio más eficaz de amor, un móvil más fuerte de acción» .
Más allá de las circunstancias ambientales de abandono y falta de cuidado en que se encontraba la parroquia de Palomares del Río  y, especialmente el Sagrario, lo decisivo para el beato Manuel González fue una mirada que le decía mucho y le pedía más, porque sólo el encuentro con la Presencia Viva es lo que puede cambiar y transformar una vida; los ropajes exteriores son sencillamente una mediación, pero no pueden ser fin en sí mismos.
A lo largo del tiempo, ha prevalecido, tal vez con cierta desproporción, el recuerdo del contexto externo, que marcó su experiencia carismática y, por el contrario, ha podido quedar un tanto ensombrecida y menos desarrollado el fundamento y la razón última de dicha experiencia, y que es Cristo Sacramentado y su proyecto de Amor, una Presencia abandonada –como recuerda Don Manuel–  por unas «ganas infinitas de querer y una angustia infinita también, por no encontrar quién quisiera ser querido» .
El trabajo se estructura en tres partes. La primera titulada: Un binomio inseparable: Evangelio y Eucaristía, relación vivida por el beato con singular intensidad. La segunda parte: El encuentro de dos libertades, sitúa la realidad que descubre ante esa mirada que le decía mucho y que le pedía más, así como las consecuencias que de ahí se derivan. La tercera parte: Eucaristizar, una nueva propuesta, marca el camino a seguir, un itinerario que lleva a vivir el amor reparador y el desafío de la gratuidad.
Si nos acercamos a la experiencia carismática del beato Manuel González es porque gracias a este centro y corazón, gracias a la Eucaristía, los santos han vivido, llevando de modos y formas siempre nuevos, el amor de Dios al mundo. Gracias a la Eucaristía, la Iglesia renace siempre de nuevo.


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