viernes, 5 de enero de 2018

La oración de los Magos

   ¿Pero fueron hombres de oración esos gentiles? ¿Y hasta el punto de que puedan servir de modelo a los cristianos?
   La afirmativa es tan contundente que, con los solos rasgos que nos da el santo Evangelio del viaje de estos felices Magos desde las tinieblas a Jesús, se demuestra que precisamente a su condición de hombres de oración debieron su felicidad.
   No es preciso hacer violencia al texto sagrado para convencernos de que por la oración los Magos vieron la estrella, y por la oración conocieron, poseyeron y saborearon el misterio de la estrella.
   Andemos con ellos su camino y veremos cómo el viaje del Oriente a Belén de estos hombres es el viaje o la ascensión de unas almas desde los grados más bajos a los más altos de la oración; como que terminan nada menos que en la contemplación sobrenatural y mística de Dios.
   
   ¿Cómo se preparan los Magos para el viaje que había de santificarlos e inmortalizarlos?
   Con una vida de laboriosidad, de rectitud, de humildad y de constancia.
   El Evangelio no lo dice abiertamente, pero lo insinúa. El nombre de Magos o sabios con que los presenta indica que eran hombres habitualmente dedicados al estudio de la naturaleza y, por consiguiente, laboriosos; el pretender ver en aquella estrella rara o extraordinaria una señal de Dios, un indicio de algo grande de Dios, prueba la rectitud con que estudiaban y trabajaban buscando a Dios en las manifestaciones de la naturaleza y en los acontecimientos de la vida; aquel no fiarse de ellos mismos e indagar de los que pudieran o debieran saberlo el significado de aquella estrella, y estar dispuestos de antemano a adorar el misterio encubierto por Dios en ella, cantan muy a las claras su humildad de corazón, y aquel ponerse en camino largo, penoso y, al parecer, aventurero, sin arredrarse de ocultaciones de la estrella ni de trampas de envidiosos, predica su admirable constancia en el buen proceder. ¿Y no son éstas las mejores disposiciones para ser almas de oración?

     El fruto de la oración
   Y más que fruto, podría decir: manifestación del fruto de tan buena oración. Admirablemente está hecha esa manifestación en las palabras con que termina el evangelista la narración de esta escena: “Se volvieron a su tierra por otro camino” . ¡Qué buen sello de oración buena! ¡El cambio de caminos!
   Almas que vais a hablar muchas veces con Jesús Sacramentado, ¿son vuestros caminos de vuelta de más pureza de intención, de más bondad de corazón, de más puntualidad en el deber, de más generosidad con Dios y con el prójimo, de más vencimiento propio que el camino de ida? ¿Se conocen vuestros ratos de Sagrario en que salís más vasallos del Rey callado y entregado, entregándoos más en silencio y con más buena cara?

San Manuel González

(Fragmentos del libro: "Oremos en el Sagrario como se oraba en el Evangelio)



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